miércoles, 13 de enero de 2010

Texto: Fracaso de un Soñador.

Saludos estimados lectores. Algunas personas me han pedido que escriba algo propio, tengo pensado retomar el proyecto de "El Extraño"; sin embargo para eso requiero tiempo, así que por lo pronto les entrego este pequeño escrito que realicé el día de hoy.

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Por fin nos aproximamos en este viejo autobús hacia aquél pueblo que solamente visité alguna vez en mi niñez y vagamente recuerdo sus detalles.

Una sola vez bastó para enamorarme de ella.

Realmente estaba emocionado, desesperado y nervioso, en cuanto pusiera un pie sobre el camino de piedra de ese pueblo yo correría a buscarla.

Se llamaba Isabel la causa de este viaje, la causa de todas mis rupturas amorosas y de estos últimos diez años de solterón amargado. Pero ¡NO MÁS! Hoy he viajado desde lejos, abandonado mis proyectos y a las pocas personas que tienen empatía por mi con la esperanza firme de volver a tocar tu mejilla y tomarte de la mano como aquella mañana de invierno.

Como dije, no recuerdo mucho del lugar. Solamente recuerdo que ese pequeño pueblo cubierto de piedras tenía un río corriendo a través de él, que el frío en invierno hace temblar todo tu cuerpo y lo único que se escucha es el chocar de los dientes de la gente al tratar de pronunciar palabra alguna. Recuerdo que el hermoso cerro detrás de la casa de Isabel, aquel al que fuimos corriendo cuando niños, estaba lleno de árboles enormes y el pasto verde cubría toda la tierra. Recuerdo también a la madre de Isabel, una mujer hermosa y con la cara de aquella niña que he venido soñando desde mi primer visita, blanca, cabello negro y rizado, una boca parecida a la de los angelitos que adornan las calles de la ciudad en navidad y las curvas que seguramente Isabel ha heredado en estos momentos.

En cuanto la vea correré a ella, la abrazaré, la llenaré de besos y le confesaré que nunca he dejado de pensar en aquel que fue nuestro primer beso, un beso tan inocente y corto que se quedó plasmado en mi memoria por toda la eternidad.

-¡Siñor! ¡Siñor!
(soñaba despierto...) -Sí, diga
-Disculpe jefe, ya llegamos, ésta es la última parada, hemos llegado a San Luis de La Pedrera.
-¿San Luis de qué? Disculpe, pero yo me bajaba en San Luis, así, nada más, "a secas".
-¡Pus es éste!
-No señor, se equivoca, en San Luis existía un cerro enorme, con gran cantidad de árboles y el pasto lo cubría todo, además existía un río por el pueblo.
-Pus vaya que tiene tiempo sin venir Don, tiene usté razón, hace mucho tiempo San Luis era muy diferente, el río corría desde lo alto del cerro y pasaba justo a la mitad del pueblo, el cerro era realmente una chulada. Pero todo eso, ya se ha perdido en las memorias de los viejos. Los niños, ya no recuerdan al antiguo San Luis.
-¿Qué es lo que ha sucedido?
-Mire, por ahí del noventa más o menos, llegó una empresa de esas que se dedican a fabricar cemento, y comenzaron a dinamitar el cerro, una y otra vez se escuchaban las explosiones, las casas más pequeñas se caían del puro estruendo e incluso algunas personas murieron aplastadas bajo su propia casa.
-¡Isabel! Disculpe señor ¿Me puede decir usted si la familia que vivía a las faldas del cerro, en una casa blanca verde, con una niña hermosa de cabellos negros llamada Isabel sufrieron algún daño?
-Entonces ¿usté es amigo de mi sobrina Isabel?
-Nos conocimos de niños.
-Pos yo soy su tío Ernesto. No se preocupe, ella está muy bien. Desafortunadamente no muchas familias siguieron con la misma suerte y mucha gente murió hasta que el cura de ese entonces fue a bendecir la pedrera, no sé si por obra de Dios o porque ya fueron más precavidos, pero nadie ha vuelto a morir a causa de la pedrera. Es por eso que se le cambió el nombre al rancho. Sígame, usté ya no conoce estos rumbos y no me quiero arriesgar a que se nos pierda, lo voy a llevar a la casa de mis parientes pa’ que vea a Chabelita..

Caminamos más calles de las que yo creía pues el pueblo había crecido demasiado, ahora las calles no eran ya de piedra, sino de pavimento y el río que cruzaba el pueblo se había convertido en una pequeña avenida por las que la gente del pueblo cruzaba con sus camionetas "gabachas".

Al dar vuelta una de las calles pude observar más claramente lo que quedaba de aquel cerro hermoso que recorrimos de niños. Estaba reducido casi a la mitad y las explosiones habían causado en él algunas formas que lo hacía parecer como si alguien hubiera tomado rebanadas de cerro para el desayuno tal y como si se tratara de un pastel gigante, dejando un color blanco de roca muy diferente al verde fresco que yo recordaba. La mano de algunos destruye las memorias de otros.

¡Ahí estaba! La casa de Isabel, lo único que parecía no haber cambiado desde entonces, seguía tal y como la recordaba, blanca, grande, con un gran árbol de limones en el patio. Lleno de alegría y de emoción no me di cuenta en qué momento ya me encontraba corriendo hacia la casa dejando atrás a mi guía que seguía detrás de mi con la esperanza de alcanzarme en la casa.

Por fin me encuentro a la puerta de su casa, con las manos llenas de ese sudor frío característico de un ataque de nervios llamé al timbre una vez, luego nuevamente, y después una tercera vez. Comenzaba a desesperarme cuando por fin apareció ella, hermosa, con su mirada tierna, sus labios divinos, su cabello largo, quebrado y negro y esa piel totalmente blanca como de luna.

Tal como tenía planeado, crucé la puerta, corrí a ella, la abracé, le besé la mejilla, la frente y por último un beso rápido en la boca, justo me preparaba para dar mi discurso de soñador enamorado, del amante ideal, de aquel que cree en esa idea del "amor de mi vida" cuando una potente bofetada me bajó desde la cima del mundo al infierno de la realidad.

Llorando y sin muchos ánimos de seguir en la vida, me di cuenta de la realidad, aquella mujer ahora casada, me había olvidado y yo nunca le dije lo que sentía, para ella, lo que para mi fue el mejor beso de mi vida y que la convirtió en el amor de mi vida, fue únicamente un beso inocente de chiquillos. ¿Qué derecho podría tener yo para reclamar su cariño?

Volví a la selva de la ciudad nuevamente seguía siendo un solterón amargado y quizá ahora aun más; sin embargo mi fracaso me enseñó, aunque tal vez demasiado tarde, que no podemos alimentar un amor con sueños y esperanzas. Más tarde publiqué un libro sobre mi historia, el libro tenía unas doscientas cincuenta páginas y contaba mis aventuras mientras buscaba a Isabel y el crudo final. Hoy, aun pienso en Isabel, aun la amo, sueño con ella todos los días, pero de algo estoy seguro, esa Isabel, MI Isabel, murió el día que no alimenté nuestro amor. Aquella mujer hermosa que vi en su casa, era su fantasma, un fantasma que se enamoró de alguien más.

Es duro cuando muere el amor de alguien hacia nosotros, pero es aun peor cuando nos damos cuenta de que nosotros mismos matamos ese amor de inanición.

Ismael
13.01.09

6 críticas:

Anónimo dijo...

Despues de muchas interrupciones termine de leer esto que me gusto muchisimo :D . Ya esperaba leer algo así. Genial Isma

ZeTh dijo...

Solamente para aclarar, el comentario anterior lo colocó Kary. Pero por problemas técnicos tuvo que ponerlo como Anónimo.
Pd.: A partir de mañana se prohiben comentarios anónimos jajaja

yazmin dijo...

Qué profundidad eh!!!!
Tú lo escribiste? Está muy padre... Y si tú lo escribiste estoy en un gran dilema.... en quién te inspiraste???? ¬¬ jeje

Kanuto dijo...

Está bueno, aunque te he leído cosas mejores jaja, pero que bueno que tu si tengas tiempo de escribir todavía jajaja, y como te dije antes pa' cuando el libro?

P.D. Si se va a hacer lo del sábado o se pospone?

Lau dijo...

Geeky!!! Me gustó, prometo que cuando publique mi libro hablaré de ti! aunque sea como el "bro otnto de la fam" tqm!

♫ ::Lü::♪ dijo...

muy bonito mi amor, aunque me gustaban mas las historias de "El extraño" jeje... pero de todos modos me gustó, está interesante... y Chabelita se nos casó!! jajaja

Love U!!